Antes de responder a las preguntas, quisiera agregar que, vengo reflexionando y escribiendo sobre los temas que plantean en esta entrevista desde hace muchos años y no tengo respuestas taxativas a sus preguntas, creo que no las hay; para todas estas preguntas existen respuestas provisionales que se vienen modificando, matizando, profundizando, derivando, a lo largo de décadas; de modo que les pido, por favor, tomar estas reflexiones en ese sentido, como un devenir.

En el marco del Día internacional de las Mujeres ¿Cuánto se ha avanzado en relación a los derechos humanos y civiles de las mujeres, y cuáles son los retos por afrontar?


Sólo pensando en América Latina y el Caribe como el lugar donde vivimos, creo que no existen avances homogéneos ni mucho menos permanentes,  cada país avanza a un ritmo diferente. Está visto que cada avance supone la inversión de enormes caudales de energía por parte de las mujeres sobre todo, aunque no exclusivamente y que ningún avance está garantizado por siempre ni para siempre. Existen múltiples indicadores que permiten conocer en qué medida avanza cada país, indicadores que además señalan un ranking comparativo que generalmente toma en cuenta cifras relativas y que no señalan la calidad de los mismos.

Por ejemplo, Bolivia hoy exhibe ante el mundo avances legislativos muy interesantes con relación al reconocimiento de derechos de las mujeres; pero, poco o nada dicen quienes los exhiben (por lo general representantes gubernamentales, en foros internacionales) sobre la precariedad de esos avances en términos reales, es decir, sobre cuánto y cómo han hecho impacto esas normas en las vidas de las mujeres. Quienes vivimos aquí sabemos a ciencia cierta que poco o nada.

En suma, pienso que existen avances relativos en diferentes áreas, como el acceso de las niñas a la educación, la reducción de la mortalidad materna, la proporción de la representación de mujeres en espacios de los poderes públicos. No obstante, creo que los retos son enormes porque estamos promoviendo un profundo cambio estructural en las relaciones de poder en este mundo y lo que estamos viendo como avances son apenas señales de cambios que no debemos descuidar ni por un instante.

Asimismo, me parece necesario tener muy en cuenta lo que acaban de señalar más de mil organizaciones reunidas en Nueva York este inicio de marzo:


“En este momento de la historia, mujeres y niñas enfrentan desafíos extraordinarios y sin precedentes, incluyendo el incremento de fundamentalismos, extremismos violentos, un mayor número de personas desplazadas, cambio climático y el incremento de inequidades entre países, entre otros. La evidencia es clara: las mujeres y las niñas sufren de forma desproporcionada el impacto de estos desafíos y sin un compromiso real y recursos para poder ser atendidos; la equidad de género y el cumplimiento pleno de los derechos humanos de las mujeres y las niñas son sólo una fantasía”* .

¿Cree usted que se esté dando una correcta aplicación de los acuerdos firmados en la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención de Belém do Pará)?


No conozco evaluaciones recientes de la OEA que me permitan responder a esta pregunta con cierto grado de certidumbre. Intuyo que si la ONU tiene poca o ninguna fuerza para exigir a los estados miembros el cumplimiento de los compromisos inscriptos en las convenciones internacionales, poco menos podemos esperar de este organismo internacional que actualmente está siendo muy cuestionado en muchos países de la región y cuyos retos presentes están más relacionados con la recuperación de su legitimidad, que con la vigilancia al cumplimiento de la Convención de Belém do Pará (entre otras).

Sin embargo, tengo la impresión de que en nuestros países existe una poderosa capacidad de exigencia a los estados por parte de la sociedad civil y sobre todo de las organizaciones de mujeres, para que cumplan con los acuerdos establecidos en esta convención aun sin conocerla ni nombrarla. Se ve que esta capacidad está haciendo alguna mella en los mismos,  ya que se observa el desarrollo de algunas acciones en curso para combatir la violencia hacia las mujeres en diferentes países.

También se ve que esas acciones son siempre insuficientes porque las múltiples violencias que sufrimos las mujeres se reinventan cotidianamente. Ni bien logramos nombrar una forma de violencia, aparece otra y otra, y otra más perversa que la anterior. En estos tiempos estamos observando con verdadero pavor cómo y cuánto se multiplican los feminicidios (o femicidios), y no es que antes no se daban, pero parece que se han incrementado de una forma alarmante. Esta figura penal, por ejemplo, no está reconocida ni nombrada en la Convención de Belém do Pará.

De acuerdo al Observatorio de la Criminalidad del Ministerio Público, al 2013, el 79.6% de víctimas de trata en el Perú han sido mujeres y niñas. ¿Estas cifras son similares a otros países en la Región? ¿Usted cree que se está dando una feminización del crimen de trata de personas?  


Entiendo que están hablando sobre trata y tráfico de personas con fines de explotación sexual; si es así, la cifra no me llama la atención. Hay que recordar que esta figura penal era conocida como “trata de blancas” para diferenciarla de la “trata de negros”, que se daba con fines de explotación laboral hasta muy entrado el siglo XX que nombraba el tráfico humano de mujeres y niñas con ese fin, precisamente.

La cifra que mencionan coincide con la reportada por UNODC (2009)**  que indica el 66% de las víctimas de trata de personas identificadas desde 2006 en países de América Latina son mujeres, el 13% niñas, el 12% hombres y el 9% niños.

Pero, a juzgar por los datos de condenas a tratantes referidos en un informe más reciente (2012)***  del mismo organismo lo que sí parece estar habiendo es un incremento femenino (feminización) de las personas que cometen este crimen. En este informe se establece para América Latina una relación proporcional de 42% de mujeres condenadas frente a un 58% de hombres, entre 2007 y 2009. ¿O será que las tratantes son menos cuidadosas que los tratantes y son más fáciles de identificar? En el mismo estudio se señala que “Los análisis estadísticos indican que la participación de mujeres en el delito de trata es más frecuente en los casos de trata de niñas. Los estudios cualitativos sugieren que las mujeres implicadas en la trata de personas suelen ocupar puestos de baja categoría en las redes de trata y desempeñar tareas que las exponen a un mayor riesgo de ser detenidas y procesadas que el que corren los hombres involucrados en esas redes (p.5).” En cualquier caso, este dato es muy relativo, porque el porcentaje de personas condenadas es apenas un  mínimo no tengo el dato preciso del número de personas que cometen este delito.


La violencia contra las mujeres se ha venido incrementado exponencialmente en la región viéndose reflejado en los últimos estudios de género donde el Perú aparece como uno de los países con mayor índice de feminicidios y violaciones sexuales ¿Usted cree que esta cultura de violencia juega un factor clave en el  favorecimiento del delito de trata de personas (teniendo a las mujeres como principales víctimas)?


Definitivamente la trata de personas con fines de explotación sexual es una de las formas más persistentes y más extendidas en el mundo de violencia en contra de las mujeres (y niñas). Sin duda, esta forma de violencia tiene sus orígenes y fundamentos en el sistema patriarcal que, al naturalizar la supremacía masculina y otorgar a los varones la potestad del dominio sobre las mujeres (y todos quienes se le parecen), ha establecido una relación de jerarquías perversa.

El patriarcado otorga a los varones la condición de sujetos, en contraposición, las mujeres adquieren el valor de objetos y esa objetivación las convierte en última instancia en mercancía. Por supuesto que la ecuación no es llana ni simple, no se trata de una división universal entre dos signos “macho/hembra” sino de una representación, ya que este sistema encuentra diversas correspondencias con otros sistemas de jerarquías, según los cuales no todos los hombres están facultados para ejercer la condición de sujetos dominantes.

Yo creo que, entre todas las formas de violencia conocidas, es en la trata y tráfico de mujeres (y niñas) con fines de explotación sexual donde mejor se representa lo antedicho, este delito las convierte en mercancía propiamente dicha, las roban, las venden, las compran y las explotan cual si fuesen objetos.

Latinoamérica es conocida por su cultura patriarcal. En ese contexto ¿Usted cree que el machismo y la cosificación de la mujer son variables que contribuyen a invisibilizar la trata de mujeres con fines de explotación sexual?


El patriarcado no es exclusivo de nuestra región, es universal; claro está que en cada región y en cada cultura adquiere distintas expresiones. El nuestro es un patriarcado abigarrado que se alimenta de distintas vertientes culturales, de las formas culturales impuestas por la colonización ibérica reconocida como cultura occidental, aunque el término no me convenza– tanto como de las culturas originarias o indígenas, incluso de culturas posteriormente incorporadas a través de diversos movimientos migratorios hacia y desde nuestro continente.

Un debate presente en la Bolivia del proceso de cambio es justamente ese, porque está resultando muy complicado reconocer el carácter heterogéneo de nuestro patriarcado que, en el discurso oficialista, es reconocido nada más que como una secuela del colonialismo externo (y posteriormente interno), negándose a admitir que las culturas preexistentes a la colonia también tenían una fuerte raigambre patriarcal. No percibo el mismo debate en el Perú, pero supongo que, llegado el momento, también se enfrentarán a estas controversias, ya que compartimos una historia común.

Considerando lo anterior, debemos reconocer que el machismo y la cosificación de las mujeres tienen múltiples formas de expresión, desde las más sutiles y aparentemente inofensivas, hasta las más brutales y perversas. Convertir a las mujeres en mercancía a través de la trata con fines de explotación sexual es, simplemente, una de las formas más atroces de cosificación

Qué se puede hacer desde el estado y la sociedad civil para mitigar la violencia contra las mujeres, especialmente la trata de personas.


Desde el estado, se puede hacer mucho, siempre y cuando exista la voluntad política para hacerlo, una voluntad que necesariamente debe expresarse en inversiones públicas significativas para combatir este delito, y no sólo en normas, planes y proyectos de papel. Para ello, es imprescindible contar con una sólida institucionalidad pública, con autoridades comprometidas con los derechos humanos en general y con los de las víctimas en particular, con funcionarios/as debidamente capacitados/as y con controles cruzados desde la sociedad civil y el estado, para garantizar el cumplimiento de las funciones y de los compromisos del estado.

Desde la sociedad civil, también. Empezando por lo micro, que es la familia, el barrio, la escuela y el trabajo, es decir, por los espacios donde transcurre la vida cotidiana, para manifestar nuestro repudio ante cualquier forma de violencia en contra de las mujeres, niñas, niños, adolescentes (también hombres, por supuesto), porque es en la naturalización de la violencia que la trata se minimiza como delito y como acción. Terminando en lo macro, que es el ámbito público, para incidir en la generación, manutención y vigilancia de las políticas públicas destinadas a reducir todas las formas de violencia  en contra de las mujeres, incluida la trata y tráfico de personas con fines de explotación sexual.

Comentarios finales


Una nueva educación, fundada en la ecología del cuidado un mandato femenino por excelencia que ha sido desvalorizado por siglos como valor fundamental de la sociedad, puede contribuir significativamente a un cambio social y cultural en el que rufianes y rufianas, autoridades corruptas, compradores de sexo, entre muchos otros, pierdan valor y poder. No debemos perder de vista que el poder que ejercen las y los tratantes está fundado no sólo en el valor que le damos en esta sociedad a su majestad don dinero, sino al valor que le damos a la ostentación de la riqueza, no importa si es bien o mal habida. Si lográramos invertir los valores actuales, de modo que el cuidado y el amor por el prójimo y la naturaleza, fuesen valores superlativos frente al valor que le damos al poder y al dinero, creo que estaríamos en camino de construir una sociedad donde daños como la trata, si no desaparecerían, al menos reducirían a su mínima expresión.
Fuente:

 *Ref. Las Voces de las Mujeres Silenciadas en la Declaración Política sobre Derechos de las Mujeres (http://us2.campaign-archive2.com/?u=00529ca3c34c19618475c0007&id=4db240f7fb)

 **Ref. http://www.unodc.org/documents/lpo-brazil/sobre-unodc/Fact_Sheet_Dados_Trafico_de_Pessoas_geral_ESP.pdf

 *** Ref. UNODC (2012). Informe Mundial Sobre la Trata de Personas. Resumen Ejecutivo (en español) http://www.unodc.org/documents/data-and-analysis/glotip/Executive_Summary_Spanish.pdf

Fuente: CHS Alternativo

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